De manera general, los desórdenes metabólicos de la CAD
resultan de una reducción de la concentración circulante efectiva de insulina,
asociada con una elevación concomitante de las hormonas contrainsulares del
estrés (glucagón, catecolaminas, cortisol y hormona del crecimiento).
El déficit
insulínico puede ser absoluto, o relativo a un exceso de hormonas
contra-reguladoras. También contribuye al estado hiperglucémico una disminución
en la actividad de la insulina y una resistencia parcial a ella al disminuir la
utilización periférica de la glucosa.
La producción de cuerpos cetónicos en la CAD es el resultado
de la combinación del déficit de insulina con el aumento de las hormonas
contrarreguladoras. La insulina inhibe la lipasa que cataboliza a los
triglicéridos y estimula la proteinlipasa, lo que favorece el almacenamiento de
los triglicérido (TG) transportados en las lipoproteínas de muy baja densidad;
además, inhibe la producción de prostanglandinas (PG) I2 y E2 en el tejido
adiposo, que provocan vasodilatación y promueven la liberación de ácidos grasos
libres (AGL), a la circulación sistémica.
La ausencia de insulina, sola o en combinación
con un aumento de las hormonas contrarreguladoras, incrementa la proteolisis,
lo que produce aminoácidos que sirven de substrato para la gluconeogénesis.
Como consecuencia de la hiperglucemia se produce glucosuria al superarse el
umbral renal de reabsorción de la glucosa (aproximadamente de 240 mg/dL), lo
que determina la aparición de diuresis osmótica y pérdida de agua y
electrólitos que puede llegar a la hipovolemia y esta, a su vez, disminución
del filtrado glomerular con lo que se exacerba aun más la hiperglucemia y la
cetonemia al disminuir su eliminación. Por otro lado la deshidratación refuerza
los mecanismos patogénicos
cetoacidóticos al incrementar la liberación de hormonas contrainsulares.
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